jueves, 23 de febrero de 2012

Episodio II: Mi 2011 de mierda, no tan mierda.

2011 mmm se veía como un año prometedor, nueva carrera, nueva etapa, lindo lindo. Empecé a estudiar enfermería, parciales de 10, compañeros  geniales, gente nueva. Fue el año perfecto hasta ese 21 de agosto donde pelotudeando frente al espejo, me descubrí una bolita en el cuello. Lo primero que hice, fue ponerme a llorar. Si, me re cabe el melodrama gente pero realmente sentí que no era una boludez, que era algo serio. Automáticamente le mande sms al chabón con el que “estaba”, estudiante de fisiatría, un tipo muy inteligente en eso (en eso nomás, ya que es el pelotudo del episodio #1) el cual tenía el don de calmarme. Me calmé y el 23 de agosto fui a hacerme ver, me mandaron exámenes varios. El 29 volví a la consulta y la minita muy piola me mando urgentemente a un cirujano porque “la bolita” era un ganglio y quizás era algo serio. Fui ese mismo día, esperé como tres horas hasta que por fin me atendió. Tenía una angustia interna tremenda, creo que si ese médico no hubiese mostrado tanto interés en mi caso, me hubiese puesto a llorar ahí nomás pero en cambio, el tipazo me hizo sentir bien y confiada. Nunca voy a olvidar cuando me examinó, hablamos cuestiones de mi salud y después al irme me llamó de nuevo y me pregunto “¿Estás bien?” (Ojalá todos los docs fueran como ese, pero sorry, es MI doc bitches) El tipazo me mandó a hacerme análisis de sangre, orina, radiografias y una tomografía, tuve que empastillarme un día antes para evitar alergias, la sensación mas chota de mi vida hasta ahora. Y en la tomografía no salió nada raro, cabe destacar, que mis análisis de sangre estaban re verga, tenía una anemia altísima. Vivía con fiebre, cansancio, sudores nocturnos, bajas de presión y demás.
Mínimo dos veces por semana, tenia consulta con el tipazo,  no me molestaba. Es más, disfrutaba ver como alguien se interesaba en mi salud, aunque ese fuese su deber. Tras repetidos análisis de sangre y ver como se deterioraba cada vez más mis glóbulos y demás, él me dijo lo que yo esperaba que dijera. Un día de octubre, fui a su consultorio ya rutinariamente. Palpó mis ganglios, cada vez tenía más y más ganglios inflamados en el cuello, acaricio mi pelo y masajeo mis hombros. Miró los valores de mis análisis de sangre y me dijo “Algo esta atacando tu sangre, la sangre normal es así, así y así pero en cambio tu sangre no tiene color, tiene glóbulos chiquitos y débiles. Yo quiero hacerte una biopsia porque sospecho que podes tener leucemia y algún linfoma (cáncer)” Fue increíble la resonancia que esas palabras tuvieron en mi. Automáticamente me cayeron lagrimas, él me abrazó y me dijo que no estaba seguro de mi diagnóstico pero que el no me iba a abandonar. Lloré y lloré y el supo escuchar aunque no era su deber.
Llegué a mi casa, hecha mierda, pensando en sus palabras, pensando en que sería de mí vida si tenía esa puta enfermedad y ahí me di cuenta que nada importa más que la salud. Nunca fui una mina ambiciosa, siempre me conformé con pocas cosas materiales y en ese momento todo ese poco materialismo y vanagloria que existía en mí, se esfumó. Sentirte tan débil, tan vulnerable, te hace un click en la cabeza. Lloré por noches, aterrada por la idea de morir tan pronto, lloré porque miedo a no ver a mis sobrinos crecer, a mis viejos envejecer, no ver mis sueños cumplidos, pero después de tres o cuatro días, cambié. Empecé a disfrutar más las cosas, descubrí que la felicidad, al menos para mi, esta en las cosas pequeñas, un abrazo sincero, un beso con amor, una charla con amigos y birra de por medio, tiempo con mi hermana, salir a correr, mates con mi viejo, caminatas con mi vieja, pintar, tocar guitarra, escuchar buena música, reírme, jugar con mis sobrinos y todas esas cosas que a veces no disfrutamos por “no tener tiempo”. Flaco, nunca sabés si algo externo a vos te puede afectar, abrí los ojos, viví la vida, deja de preocuparte por huevadas. Nada es para siempre, todo es temporal, enjoy the moment. Si para aprender esa lección tuve que pasar tantos momentos de mierda, no me arrepiento. Dicen que todo pasa por algo, quizás ELLOS tengan razón.

Me gusta cantar hoy por nuestro encuentro prefiero entregarle al mundo lo cierto.
Casi que me muero sin conocerte, casi que me quedo sin bailar.
Suerte que te vi cantando correteando por ahí, que suerte igual te vi bailando.
Me di cuenta de tanto...

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